martes, 8 de septiembre de 2015

Llamemos catalán al catalán y basta ya de memeces

EL INDEPENDIENTE


Catalán al catalán
Llamar lapao al catalán y lapapyp al aragonés fue, por supuesto, una memez. Hubo que llevar la contraria a los lingüistas, a los protocolos ya vigentes (y que no habían dado lugar a conflicto alguno) y al puro sentido común. Una vez más, el Aragón conservador hizo el ridículo con una baturrada monumental. A ver cómo explicabas por ahí, ante cualquier persona culta, semejante patochada. Hubo que convertir aquel disparate en un recurso humorístico.
 
Así que ahora, cuando el actual Gobierno aragonés pretende echar marcha atrás y volver cuando menos al estatus inicial que normalizó el trilingüismo durante lustros, el PP ha puesto el grito en el cielo removiendo con torpeza la catalanofobia, que ahora está de moda y forma parte de todos los argumentarios emitidos desde Génova. Asegura la derecha que llamar catalán al catalán y aragonés al aragonés va a costar cuarenta millones de euros. ¿De dónde saca tal cifra? ¿Por qué se empeña en asegurar que esos idiomas serán cooficiales en todo el territorio de la Comunidad cuando nadie ha dicho tal cosa? Y la pregunta del millonazo: ¿Va a ser ésta la pauta que sigan los conservadores en su labor de oposición? ¿Se refugiarán en ese populismo de vía estrecha para intentar minar a los gobiernos adversarios atizando las sensaciones más reaccionarias de la gente de orden?
 
 
En el caso de las lenguas, el PP nunca ha querido denominar catalán lo que hablan las poblaciones del Aragón oriental, de Valencia e incluso de Mallorca. Absurdo. Tanto como lo sería negar que en Andalucía (o en Argentina o en Cuba) se habla castellano. El miedo del panespañolismo al pancatalismo (que también tiene sus ramalazos recíprocos, por supuesto) genera este tipo de dislates, que por cierto no contribuyen en absoluto a desactivar al soberanismo catalán sino todo lo contrario.
 
Lo lógico es asumir que en Aragón se habla mayoritariamente el castellano, y en algunas comarcas concretas el catalán y el aragonés. Esto es de cajón. A partir de ahí, ofrecer la enseñanza de las dos lenguas minoritarias y utilizarlas con normalidad en las zonas donde son de uso común parece obvio. Incorporarlas de manera razonable al ámbito de lo público constituye además un reconocimiento de nuestra propia diversidad y un gesto hacia aquellos aragoneses que se expresan con todo el derecho del mundo en el idioma de sus padres y abuelos.
 
En la famosa Franja, suele decir el actual presidente de la DPH, Miguel Gracia (catalonaparlante él mismo), la gente se siente aragonesa; pero mira hacia Cataluña porque allí están, a unos pocos kilómetros, los hospitales y los servicios imprescindibles. Esto es así de normal. Como llamar a las cosas por su nombre.
 
José Luis Trasobares. El Periódico de Aragón.
 

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