sábado, 7 de noviembre de 2015

¿Militares al poder?

El fichaje del general Julio Rodríguez por Podemos es de campanillas

 
 
 
El fichaje del general Julio Rodríguez por Podemos es de campanillas. Por ser quien es —militar liberal respetado, experimentado, de alta jerarquía— y porque juega con la sorpresa: he aquí el partido de perfume radical apelando al cuerpo más conspicuo del sistema. Aquel al que en tiempos de la ominosa se suponía columna vertebral del Estado (dictatorial).
 
¿Es una buena noticia? La respuesta va por fascículos. Lo es si, tal como se ha presentado, la operación simboliza un nuevo afán del partido emergente: un afán neoatlantista, basado, claro, en un pilar europeo de Defensa, en el pragmatismo y en el institucionalismo. Indicaría que Pablo Iglesias y los suyos se distancian a galope del caudillismo populista. Y que no necesitan alcanzar el Gobierno para toparse con la dura realidad, a diferencia de Alexis Tsipras, cuya tardía caída del caballo ha contusionado gravemente a la ciudadanía griega.
 
Si, por el contrario, obedece a una visión compartimentada, segmentada y corporatista del poder, lo es menos. En democracia el poder es el poder democrático. Y del mismo sólo hay tres componentes, separados, que se contrapesan. Los de Montesquieu, el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial. Y no una amalgama de dispersos poderes vicarios exentos de control: militar, judicial, financiero, eclesiástico… Es lógico que un partido coopte gentes significadas de distintos oficios. Pero si ahora este busca un juez (progre), un banquero (aperturista) y un obispo (peronista), mala espina.
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Lo más flojo del asunto es la ampulosa, empalagosa y engreída entronización de Julio Rodríguez por Iglesias como “mi” ministro de Defensa.
 
Peor que eso: es un retroceso, porque una cosa es ir en una lista y otra formar parte de un Gobierno. Desde que Narcís Serra civilizó al Ejército, la permanencia de civiles en el cargo viene siendo un —excelente— signo permanente de la sujeción de los militares al poder democrático. No es preciso cambiar a peor, ni echar por la borda esa conquista de la Transición. Cuidado con los corporativismos, peligrosos, ineficaces, endogámicos. Urbi et orbe. Ni los grandes titulares de Sanidad han sido médicos. Ni los mejores ministros de Exteriores —con alguna excepción— han sido miembros de la carrera diplomática. Repasen la lista.
 
El País

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