domingo, 13 de marzo de 2016

Indiferencia

VUELO SIN MOTOR.

" El amigo Félix "


Félix Teira

Lo invito a pasear un desapacible sábado de marzo. A las ocho de la mañana observo a los indigentes que abandonan los cajeros. ¿No conoce al sintecho de su cajero? El mío es un señor mayor al que otros necesitados más jóvenes echaron de su cubículo. Ahora duerme sobre cartones en el porche contiguo. Le doy un euro cincuenta para aplacar la mala conciencia, un cortado y un churro. Me sonríe. Vivir es un proceso de endurecimiento de la piel. Poco a poco nos convertimos en galápagos. Tras una hora de paseo he sorteado a un mendigo sentado en la acera, he fingido no oír a una mujer con ropas en desuso que preguntaba por una calle, he eludido a un joven arrodillado armado con un cartel... Piden en lugares donde se evidencia la distancia que nos separa: si estás en un bar, un negro con una sonrisa exultante te pone en la mano un elefante minúsculo, un euro; si estás en una terraza, un viejo toca la acordeón y tiende la mano; cuando sales cargado de bolsas del súper, la señora que pide a la puerta te dice que necesita un tetrabrik de leche. Por eso desarrollamos sistemas inconscientes de ocultación. Podemos caminar por la calle sin verlos. Si los miras a los ojos te asalta una duda perversa: ¿será verdad? Si aguantas su mirada estás perdido, tienes que darles algo.
A media mañana entro a un bar a leer la prensa. El indicador de conciencia lo tengo sensible, será por el frío. La compasión se acentúa en invierno. Este artículo se podría titular Frío de vivir, el excelente libro de Carlos Castán. O se debe a que me he arrimado a los buenos, como diría Lázaro de Tormes, aquellos que cobramos al final de mes. La prensa no me ayuda a recobrar el optimismo. Vendemos refugiados a los turcos, tantos refugiados, tantos millones. Hay niños vagando por Europa. En Dinamarca, la Policía confisca a los inmigrantes las pertenencias cuyo valor supere los 1.340 euros; ah, los admirados chicos daneses también se ensucian. En Alemania, los habitantes de un pueblo celebran el incendio de un hotel habilitado para acoger refugiados, mientras comienzan los juicios por las repugnantes violaciones de Nochevieja en Colonia. Savater comentaba en una columna que el imán de la mezquita local comprendía los hechos porque "las mujeres iban perfumadas, casi desnudas". ¿Estamos locos? Salgo del bar y paseo sin rumbo.
Busco la naturaleza para olvidarme de todo. En el Camino de las Torres tomo el sendero que flanquea el Huerva y acompaño al río hasta su desembocadura en el Ebro. Al pasar bajo el puente del paseo Echegaray las imágenes me vuelven a asaltar. Hay decenas de diminutas viviendas-madriguera fabricadas con cartones, mantas, cortinas y desechos. No es un decorado, cuando paso por allí salen entre las mantas tres adultos y un niño. Yo he dormido a temperatura de confort, ¿y ese niño? Dice el neurocirujano Henry Marsh en su libro Ante todo no hagas daño que "la ruta más fiable hacia la felicidad personal es hacer felices a otros". Yo no hago nada, por eso brotan preguntas incómodas. En plata: ¿seré un cabrón?
No se plantee estas cuestiones, no conducen a nada. Y te dejan desasosegado. Prefiero volver a la indiferencia. Abandono el río, busco un bar y pido un cortado. Muy caliente, por favor. El camarero sonríe y afirma: "Hace una mañana de perros".
Félix Teíra.
Escritor



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