domingo, 22 de mayo de 2016

La felicidad, ah, ahah, ah

VUELO SIN MOTOR
"El amigo Félix"
 
Félix Teira
 
Imagine que el director de su empresa lo pone en esta disyuntiva: 1. A todos los empleados, incluido usted, les van a subir el sueldo 200 euros. 2. A todos los empleados les van a subir 50 euros el sueldo, excepto a usted, que tendrá una subida de 150 euros. ¿Qué opción prefiere? Piénselo y no tenga mala conciencia. Para que no se sienta avergonzado, le confieso que yo elegiría la segunda. Esta pregunta envenenada, formulada de variadas maneras, se ha repetido en numerosos estudios. Con diferencias porcentuales, siempre gana la última opción. Cuestiones similares se plantea Richard Layard, un prestigioso economista de Reino Unido, en su libro La felicidad. Lecciones de una nueva ciencia. La canción ya advertía que la salud, el dinero y el amor eran el trío de la felicidad. El dinero, desde luego, ¿pero cuánto? Al parecer, cualquier persona hace una comparación inconsciente con el grupo social al que pertenece. El dinero que ganamos nos parece mucho o poco cotejándolo con el grupo de referencia próxima, es decir, colegas, parientes, amigos, conocidos... Incluida la vecina del séptimo, que no sé de dónde saca para cambiar de coche todos los años. Por eso el economista considera que cuando las personas se hacen más ricas en relación con otras, son más venturosas. Pero si es toda la sociedad la que mejora, el conjunto no se siente más feliz.
 
Afortunadamente la pareja felicidad-dinero no está siempre bien avenida: a quien la lotería lo saca de una situación de pobreza le sobreviene una descarga de dopamina que lo hace intensamente feliz. Si al año siguiente le vuelve a tocar no aumenta su dicha. Por el contrario, si la mayoría de los componentes de nuestro grupo de referencia se enriquecen con respecto a nosotros, nos desarman los sentimientos de frustración e inutilidad. Por eso, si todos cogen lotería, usted también; los anuncios del gordo navideño de los últimos años son falsos.
 
Layard piensa que el principal objetivo de la política es conseguir una sociedad feliz. Los beneficios de cualquier política que se ponga en marcha deben ser medidos por el impacto en el bienestar de la mayoría. Sus estudios por aunar economía /felicidad lo llevan a colaborar con la ONU y es uno de los redactores del Informe Mundial sobre la Felicidad. Para medirla tienen en cuenta los ingresos per cápita, la esperanza de vida saludable, la libertad para tomar decisiones, la corrupción y otros. Nosotros no salimos muy favorecidos en el ranking, puesto 37. La crisis, el paro y la corrupción nos van hundiendo. Me agrada la pretensión de Layard, que incluso se plantea fórmulas para medir el bienestar obtenido por cada euro invertido. La política al servicio de la gente. Si un mínimo de renta es imprescindible para el bienestar, solucionar el problema del paro levantaría la esperanza. Acabar con la corrupción sería una meta, porque evitaría la frustración de los que pagamos el impuesto de la renta. Pero el dinero no es el único ingrediente de la felicidad. Ya sólo faltaría que todos los ricos fueran dichosos y los pobres desgraciados. Debemos hallar los demás componentes y conseguir, querido lector, un pequeño manual para ser moderadamente felices. Nos la jugamos. Primero, por nosotros mismos. Después por los demás; hay una máxima irrebatible en psicología: sólo los que son felices pueden hacer dichosos a los demás. Continuará....
 
 Escritor

No hay comentarios:

Publicar un comentario