lunes, 11 de julio de 2016

Una propuesta xenófoba. Sami Nair

. La idea del referéndum sobre refugiados en Hungría habría sido difícil sin el ‘Brexit’


SAMI NAIR

El presidente húngaro ha avisado de que su país va a organizar un referendo para rechazar las cuotas obligatorias de
refugiados que la UE fijó en 2015 y que los países del grupo de Visegrado (Polonia, Hungría, Eslovaquia y República Checa) combatieron rotundamente. La cuestión que pretende plantear el Gobierno húngaro a los ciudadanos es ya una respuesta: “¿Quiere que la UE tenga derecho a determinar una cuota obligatoria de ciudadanos no húngaros en Hungría sin el consentimiento del Parlamento?”. Contestar sí a esta formulación equivale a una traición nacional.

Lo acontecido en Hungría desde el comienzo de la crisis de los refugiados es muy emblemático del debilitamiento del proyecto europeo global. Tanto para este país como para Polonia, parece que la pertenencia a la UE es una cuestión exclusivamente mercantil, sin un ápice de identidad común y menos aún de solidaridad intraeuropea. Los europeos pagamos los fondos para que estos países se aprovechen de la construcción europea, pero estos Gobiernos, que no hay que confundir con sus pueblos, no dudan en pisotear los valores fundamentales de la Unión. Saben que nadie les va a imponer un mínimo de respeto de la ley común. Está claro que si se organiza en Hungría un referendo sobre la tragedia de los refugiados, los movimientos populistas de derecha en Europa lo van a pedir para sus propios países. Será el comienzo del fin del proyecto europeo.

¿Qué tipo de contestación Europa puede y debe tener frente a esta amenaza?

Hay dos respuestas posibles: la primera es llevarla al Tribunal Europeo y condenarla, incluso con medidas de restricción de los fondos. La segunda sería definir el papel que estos países quieren asumir en la UE, pues está claro que no respetan los acervos europeos. Pero lo que sí es urgente es organizar una conferencia institucional que al determinar las condiciones de salida de Gran Bretaña, lanzara, en el mismo acto, el debate para un proyecto de Unión Política Europea entre los países de la zona euro, y de Asociación Comercial, en un segundo círculo, con los países firmantes de la Carta de los Derechos Fundamentales de la UE.

Pues está claro que la Europa de la ampliación no funciona, dado el desacuerdo sobre los valores éticos (normalmente, el Gobierno xenófobo de Hungría debería estar fuera de la Unión) y la imposibilidad de conseguir una alianza política con estos países sobre el papel de Europa en el mundo. En cambio, sí que se puede desarrollar con ellos una potente zona de libre cambio.

La propuesta húngara hubiera sido difícil sin la ruptura provocada por la salida de Gran Bretaña. Se trata de una nueva época. Más que nunca, el eje vertebrador de la Unión, Alemania y Francia, debe fortalecerse con los países del sur de Europa, que son la verdadera reserva estratégica de la construcción europea. El Brexit puede transformarse en suerte, favoreciendo un proyecto político común, lúcido y realista. Es la mejor respuesta a los que ensucian Europa con su xenofobia.

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