sábado, 15 de octubre de 2016

Silicon Valley se queda sin restaurantes

Los salarios, la carestía de la vida y la necesidad de espacios ponen a la hostelería contra la cuerdas







La palabra preferida en Silicon Valley es disrupción. Se refieren así a los procesos que quedan rotos cuando una tecnología irrumpe y cambia el sistema. Uber y Airbnb han puesto contra las cuerdas a la industria del taxi y la hostelería. La pujanza de la tecnología se está llevando por delante otras industrias, aunque no de manera deliberada, ni con una clara tecnología que las sustituya. Los trabajadores de servicios, maestros, conductores o artistas cada vez encuentran más dificultades para vivir de manera cómoda en una zona donde un sándwich y un refresco pueden costar 20 dólares, y el alquiler medio de una habitación llega a 3.500 dólares mensuales.

La última industria que está sufriendo una disrupción colateral con el florecer de las startups y los gigantes tecnológicos como Apple, Facebook y Google es la de la restauración. Entre 2008 y 2015, más de 70.000 pies cuadrados (6.503 metros cuadrados) de superficie pasaron de ser comercios y restaurantes a convertirse en espacios de oficina solo en el municipio de Palo Alto, donde se encuentra la Universidad de Stanford, el germen de la innovación. Este no es el único motivo del descenso. Los perks, como denominan en el argot a las compensaciones más informales que ofrecen las empresas de última generación para fidelizar a los empleados, es otra de las razones. Cada vez son más las empresas que ofrecen cocinas con café caliente y aperitivos para tomarlos cuando apetezca. El siguiente paso ha sido incluir desayuno, comida y cena gratis. Los trabajadores gastan menos de su salario en alimentación, a la vez que se asegura que pasarán más tiempo en la oficina. En Houzz, dedicada a la decoración y reformas en hogares, les invitan a llevar a sus familiares a cenar.

El movimiento ha afectado a los restaurantes de alto standing. Dentro de esta competencia por conquistar a los programadores por el estómago, las firmas fichan a chefs de los lugares preferidos de la zona, lo que ha provocado todavía más cierres de locales. Así es el caso de Vino, un restaurante familiar, cuyo cocinero ha pasado a cobrar nómina de una red social.

Rosa Jiménez Cano

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