sábado, 11 de marzo de 2017

Fillon y Mas

FILLON Y MAS



Nuestra política se define hoy, para bien o para mal, como la ficción maniquea de un mundo escindido entre el buen pueblo y una élite corrupta y moralmente inferior. Todos buscamos de nuevo, ya sea por contagio, el refrendo del grupo frente a esa jet judicial, política o periodística que miramos con recelo y desprecio. Problemático como es, el asunto se agrava cuando este argumentario deja de ser el copyright de partidos populistas y ocupa todo el paisaje político.


Lo vemos en figuras del viejo establishment, como Fillon, el nuevo mártir de laRépublique, o en Mas, otrora hombre de orden. Al peligrar su supervivencia, no dudan en abrazar una visión personalista de la democracia. Su arremetida contra “el gobierno de los jueces” es la típica apostilla que salía de las fauces de los Le Pen o Berlusconi. Ahora, Fillon afirma que “el único juez” es el pueblo, mientras Mas limita la democracia a una mera expresión electoral. La paradoja, nos dice Rosanvallon, es que ese “pueblo aritmético” que representa una porción electoral se sitúa por encima de un cuerpo constitucional que también tiene una función representativa: defender nuestros valores y derechos.

El relato interesado de “el poble sóc jo” se construye siempre sobre un subterfugio que esconde el simple afán de poder, pero no hay ganancia posible en debilitar los poderes neutros que nos protegen garantizando el pluralismo. Es un axioma olvidado: en democracia no se pueden escindir los elementos propiamente electorales de los que facilitan su funcionamiento institucional, por mucho que Mas identifique democracia con el puro acto de votar.

El legítimo hartazgo ante la corrupción, el cinismo político y la burocratización ofrecía dos salidas: un programa de refundación democrática o apelar a las bajas pasiones de siempre. Nos lo advirtió Todorov: la democracia engendra sus propios fantasmas. Es así como el populista se disfraza de valores democráticos, apela a la tribu y pasa inadvertido. Por eso, lo que unos llaman un nuevo contrato social es en realidad una profunda crisis, huérfana de auténticas propuestas de regeneración. Porque toda patria, todo pueblo, tiene también algo de presidio.

 @MariamMartinezB

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